El sol tenía un gran fulgor, una suave y refrescante ráfaga de viento auxiliaba el calor .Jhon un joven de tez trigueña, alto y fornido, observaba su reloj, eran las 2:40; al bajar el brazo miró hacia la izquierda y vió màs o menos unas seis personas, mir
ó luego hacia la derecha y un semáforo marcaba rojo.Estaba desorientado, no sabía en dónde se encontraba y por qué estaba en aquel lugar.
Repentinamente sintió algo muy extraño, un escalofrió le recorrió todo su cuerpo, como una fría ráfaga atravesando el crudo invierno. Se preguntó: - ¿Y este reloj donde acabo de ver la hora de dónde salió? - , trato de recordar, pero por más que intentó, no logró siquiera un indicio de la obtención de ese reloj dorado, que adornaba con sus vaivenes, su muñeca izquierda. Paralelamente sostenía algo en su mano derecha, era un extraño maletín que al igual que su contenido le eran desconocidos, no quiso indagar de inmediato en él.
De pronto las seis personas que estaban a su izquierda comenzaron a abordar el autobús; impulsivamente y por una extraña razón, al igual que ellos, lo abordo; unas estrechas escalerillas tuvo que subir hasta llegar a un hombre con volante en mano, de serio semblante y ceño muy fruncido. De inmediato alzó su mano para consultarle al conductor donde estaba: - ¿señor necesito saber…? -. El conductor enfadado le dijo: -págame el pasaje, siéntate y deja de estorbar cachaco -.Jhon instintivamente metió la mano en el bolsillo superior de su smocking saco un billete y se lo entregó.
Al sentarse en uno de los puestos del autobús, miró por la ventana cómo rápidamente el paisaje cambiaba; al parecer iban muy rápido. Vió su rostro por el reflejo de la ventanilla, y observó que tenía un chichón en su frente, le pareció muy extraño, no recordaba haberse caído o haber chocado con algo, le resto importancia a aquel golpe y vió que estaba bien peinado y con una barba cortada a su punto. Observó su smocking. Estaba vestido muy elegante, no recordaba cómo se llamaba, ni tampoco donde se encontraba; pero de algo estaba muy seguro, era una persona prestigiosa que por extrañas circunstancias no recordaba nada.
Al dar rojo el semáforo quince cuadras más allá de la partida, un humilde señor algo tosco, sucio y mal oliente, subió las escalerillas puso la mirada en el horizonte y comenzó a cantar un clásico de la nueva ola, el hombre la cantaba animosamente, tenía buen ritmo, sin embargo Jhon no recordaba el nombre del cantante que la interpretaba, ni tampoco el nombre de la canción.Terminada la canción el señor dijo el nombre: “La Tierra” de autoría de Juanes, posteriormente comenzó a cantar una canción de ritmo completamente diferente, al igual que la anterior le pareció familiar y nuevamente ese escalofrío le recorrió todo su cuerpo sin saber por què.
Luego el señor comenzó a dar un breve discurso de su paupérrima situación económica, decía ser desplazado y tener una familia conformada por cuatro hijos y una esposa que estaba a punto de dar a luz, la búsqueda de trabajo no le dió resultados, por esta razòn se vió en la obligación de buscar el modo de sacar adelante a su familia; cantando en los buses lo consiguió. Jhon observó que los pasajeros no escuchaban al señor con tanta atenciòn como lo hacía èl.
El cantante terminó su discurso. Se dispuso humildemente con su sombrero a pedir un aporte voluntario; un anciano le dió una moneda, al acercarse al puesto de una mujer muy elegante, esta ni siquiera lo miró, siguió su recorrido y llegó al puesto de Jhon, que sin dudarlo metió la mano en el bolsillo, con la esperanza de encontrar algo para darle, desgraciadamente no había nada, pero por una extraña razòn sintió que debía abrir el maletín, efectivamente lo abrió y había un sin fin de billetes. Sacó un fajo y se los dió, el señor muy alegre le dirigió un gracias y se fue.Jhon sintió mucha rabia con la gente que no le había prestado atenciòn al señor, que solo buscaba el sustento de su familia.
El recorrido continúo. Al mirar por la ventana se percato que ya estaba en el centro de la ciudad un lugar muy urbanizado y plagado de edificios. De inmediato su atenciòn se dirigió hacia la muchedumbre que iba y venía sin detenerse; observó como una señora caía al suelo y nadie se inclinaba a ayudarla, igualmente vió como un ladrón robaba la cartera a una pobre anciana “No se como puede existir personas que se ganan la vida de una manera tan despreciable”, dijo Jhon en voz alta; los pasajeros lo escucharon, pero no hicieron ningún comentario.
Volvió a mirar por la ventana y aquella muchedumbre que parecía nunca detenerse para admirar lo que los rodeaba, continuaba en el mismo lugar. Repentinamente vió un árbol en medio de todo ese mundo urbanizado “¿Por qué nadie admira lo que esta a su alrededor? , tan alto y con grandes hojas verdes que proporcionan una gran sombra, tiene flores violetas y azules, es único en su especie y difícil de encontrar en una ciudad, pero a nadie le importa, al parecer para la gente es más importante el trabajo, los problemas y la rutina, que aquel árbol tan particular”. Pensó Jhon.
Sintió que debía abandonar el viaje, en el momento de levantarse sintió un fuerte dolor de cabeza, no le dió importancia después de todo había sido un largo viaje, y puede que eso halla sido la causa. Presionó el timbre, sujetó el maletín y se dispuso a bajar las escalerillas.
Comenzó a caminar por las calles sin destino alguno, un extenuante calor azotaba la tarde pero una ráfaga de viento lo opacaba. Miró su reloj eran las 4:00, había pasado casi una hora y media; Jhon aún no podía descubrir por qué llevaba aquel maletín. Decidió continuar su vagabundeo, su reloj ya marcaba entonces las 5:00, observó que en un banco había un gran revuelo, decidió acercarse pero algo a la vez se lo impedía.
Un par de policías estaban en la entrada del banco, haciéndole preguntas un señor bajito, con la barba bien rasurada y de pelo muy bien peinado de unos cuarenta años de edad. Finalmente Jhon decidió acercase para saber que ocurría; el hombre al observarlo no le quitó la mirada de encima lo señaló y dijo a los policías “Ese es él ladrón, mírenlo tiene mi maletín”. Los policías se acercaron rápidamente a Jhon que no opuso resistencia, le quitaron el maletín, le tomaron los brazos y le pusieron las esposas, Jhon preguntaba a los policías: - ¿Por qué me arrestan?, esto es una es una equivocación; solo soy un transeúnte curioso que se acercó para saber que había ocurrido, soy inocente se los juro, como creen que una persona tan prestigiosa necesite estar robando, escúchenme soy inocente, no sé cómo ese maletín llegó a mis manos -.
Jhon no recordaba que era un ladrón, se hacia fuera de los bancos, bien vestido para no levantar sospecha y después de observar a su victima les hurtaba el dinero.
Uno de los agentes de policía, que ya lo conocía por su amplio historial delictivo soltó a reírse y le dijo “Jhon Carlos, alias JC, ¿me vas a decir que no recuerdas que a las 2:00 asaltaste al señor cuando salía del banco, le arrebataste el maletín lleno de billetes y el reloj carísimo que llevas en tú muñeca y luego corriste te chocaste contra un poste y te golpeaste la cabeza?”. Soltó otra carcajada.
Jhon no creía todo lo que había escuchado, insistía que era inocente, “hablaré con mis abogados y aclararé este malentendido” .Repitió con insistencia a los policías.
El agente lo condujo hacia la patrulla, y le iba diciendo “Guarda silencio, todo lo que digas puede ser usado en tu contra. Aunque quiero felicitarte, esa actuación fue muy buena; con que poder de convencimiento afirmas ser una persona honorable, cualquiera que no te conociera te creería, pero cómo pretendes que te creamos cuando dices que no recuerdas nada. Ya déjate de juegos”.