15 de mayo de 2009

Griselda

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Para mí EL ANAQUEL.


Anaquel es el lugar donde mostramos nuestros textos, para que tú te acerques, elijas y tomes el que quieras leer, en él encontraras muchas historias interesantes; hechas con una de la mayor fuente de inspiración la vida, además de eso si te gusta la poesía aquí también encontraras, escoge que no es cualquier anaquel, es el lugar donde exhibimos nuestras creaciones y no solo eso es un sueño compartido.



LA CUEVA Y EL TINTERO.

La Cueva es el espacio mágico donde vuela la creatividad, dialogas con la soledad y creas nuevos mundos, pero me di cuenta que esos mundos solo estaban en mis palabras y las palabras se las lleva el viento, necesitaba algo para dejar huella, quería escribir pero me faltaba el tintero, cuando al fin lo encontré, después de tanto buscar me di cuenta que cuando estas en la cueva siempre debes tener a tu lado al fiel compañero el tintero,no permitas que se separen porque la cueva y el tintero debe ser un complemento

Jeanne

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Para mí La cueva y el tintero.

Más que un grupo es un espacio, una idea, un sentimiento, una sensación y un sueño. Esta es la cueva que nos inventamos hace unos meses, la construimos con lo que teníamos en los bolsillos y la llenamos de la tinta de nuestros lapiceros viejos del colegio, esos que mordimos todo nuestro bachillerato en la punta y que muchas veces temimos nos dejaran manchados los labios por algún mordisco mal dado… Adornamos una cueva que se convirtió en el amparo de nuestras ideas, en el marco de nuestras historias y sobre todo en la clínica de algunas frases fracturadas e inválidas que resultaron de nuestro trabajo. Asesinamos tantas palabras al inicio como nos fue posible, murieron unas, reinaron otras y así se fueron relevando la corona sucesivamente y cada vez con más ritmo.
En la cueva, adornada con hojitas de colores, con bomboncitos de los retardados, hojas escritas, lapiceros, lápices, borradores; una cueva que se llena de tinta los lunes y viernes, estamos nosotros, cuatro hombres y tres mujeres que disfrutamos de un mismo lugar de creación, de una cueva que es taller abierto para todo aquel que quiera jugar con las palabras, que quiera soñar, imaginar y aprender.


Para mí El anaquel.


Hace años quería encontrar un lugar donde organizar los libros que más me gustaban. Primero puse un par de tablas en la pared y allí construí una pequeña biblioteca, después al descubrir que las tablas no eran lo suficientemente resistentes para mis libros preferidos, conseguí unas cajas de cartón que pinté de diferentes colores, las puse de lado encima de unos cachivaches de mi abuela y allí se armó otro estante más llamativo para mis libros más queridos. Al tiempo, descubrí que las cajas eran muy pequeñas para todos los libros y como cada vez tenía más preferidos era imposible organizarlos todos en unas pequeñas cajitas de cartón. No encontré soluciones, así que se quedaron por mucho tiempo encima de un escritorio en mi habitación.
Y ahora, sin buscarlo, sin afanarme, sin complicarme, estoy levantando un anaquel mejor que cualquiera de los que me he inventado, un anaquel para ordenar mis escritos, los que más me gustan, los que más quiero; ahora y con la ayuda de mis compañeros estoy construyendo por fin un anaquel duradero, resistente y que va a contener no solo lo que han escrito mis manos, sino todo lo que ha surgido en equipo.

Pincela

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¿Quién es Pincela?
Loca pero serena,divertida pero con los pantalones bien puestos,pila pero no doña sabionda,relajada pero jamás hechada a la vagancia, medio terca pero sin llegar a ser mula, romántica pero nunca cursi, ¡esa soy yo! la de la fotico, la que tiene por ahí un par de textos y la que de vez en cuando se reirá de ustedes.

Dandyel Cuesta Agresor

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Para mí La cueva y el tintero.

Es una cueva donde además de haber tinta y papel, hay vino y cerveza el dulce néctar de la locura que incrementa nuestros sueños y fortalece nuestros anhelos.
Un lugar donde nos dispersamos con gente fabulosa y empezamos a soñar o nos adelantamos al tiempo, un sitio donde somos buenos y famosos escritores.

¿Quién es Dandyel?

Melancólico y mohíno
Alegre y juguetón
Enemigo del tiempo
Gimme shelter por favor
Conocido del can y felino
Del loco y el mendigo
Amigote de Federico Bal
Odiado por las ecuaciones
Amante de Poe
Escritor de pluma liviana
Viajero de galaxias
Sueños e ilusiones.

Federico Bal

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Para mí, El Anaquel y La Cueva y el Tintero
Como una rosa de los vientos, La cueva y el tintero se aparece en los puntos cardinales de mi página. Al norte está la cruz desafiante de Jeanne, quien con su clima de vientos críticos y velas aplastadas, acomete cada línea. (Pero hay alguien detrás de sus arremetidas cerebrales, alguien como un cocodrilo de historias que llena las mesas de frescas sonrisas y añade más dientes y rigurosidad a las críticas). Griselda y Pincela se apoyan en el occidente horizontal y tejen un nido de golondrinas que dispersan el polvo de mis palabras hasta que salen a la vista los fierros oxidados del texto. Dandyel enciende el sol oriental y alienta mis fuerzas consteladas con el dragón naciente que me regala en sus concejos. De pronto, en las bodegas que se siembran en el sur de la página, alguien juega con un yoyo y silba un amorío solitario: lobo sigiloso y doloroso que destruyes la tranquilidad del pianista que hay en mí; lobo que no muerdes con la histeria de las palabras pero que auxilias mi compás con tus melodías calladas.
El anaquel es aquella pensión donde se refugian los escritores y se arrinconan las frustraciones de no saber tocar guitarra. Es un lucero de resignación colgado en la literatura, después de tanto pelear entre nosotros.

¿Quien es Federico Bal?

Busco una mesa donde los perros puedan mirar entre el humo del café,
Una sombrilla para reunirnos todos
Y preguntar por la vida con nuestras esperanzas felinas.
Esa mesa en la que el mundo pueda pedir
Una alegría de avena, una cola de cometa;
Esa mesa de miradas molidas,
De fiestas para vivir y para morir;
Esa sombrilla atenta al partido de ajedrez
Donde se reflejan las ansias de las estrellas
Y el vértigo de la lluvia.
Solo una mesa,
Solo la sombrilla,
Donde quepa la mañana
Y no se mojen estas ganas
De amar tus manos mientras hablas.

De la contienda entre Linda Belia y el pródigo Lisandro en las murallas de Casia

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Cuenta Flavio Antenoor, íntimo confidente del pródigo Lisandro, que las mujeres de Casia tenían los pies más bellos del mundo. Dichas doncellas vestían, al dormir, zapatillas fabricadas con hierbas perfumadas, harina de trigo y cáscara de maní; se bañaban las plantas nueve veces al día y practicaban la danza en salones tapizados de terciopelo bruñido. Desde niñas se les instruía en el cuidado y perfección de su horma, se les inculcaba la devoción por el caminado liviano y se les enseñaba a hacer el amor concentrando el placer en los pies. Así, los hombres se enseñaron a querer a las mujeres con el caminar más vaporoso y provocativo, y los poetas inauguraron un nuevo género literario, la poesía para pies. Entonces nació Linda Belia, una niña dulce y graciosa que encantó a la ciudad con su forma de gatear; dicen que sus pies se hacían automáticamente más bellos, que tuvo el caminar más vaporoso de toda la historia y que un día, cuando cumplió los quince años, empezó a volar. Las marcas de su belleza quedaron en los tejados, en las ramas de los sauces, en la trayectoria de las mariposas; Linda Belia fue la única mujer de Casia a la que la luna le besó los pies.
Una noche chorreante de luceros, en que el sumo de la luna caía sobre los hongos, se escuchó la cítara del pródigo Lisandro. El sonido era frutal: liso y redondo, arrojado con galanura en los balcones de las doncellas de pies hermosos. Los mendigos se sacudieron, los perros aullaron en un relámpago acústico y se disputaron a zarpazos los trozos de la música; las mujeres, con los pies envueltos en sus menjunjes de hierbas, pusieron marcha hacia las murallas de Casia, donde Lisandro les habló así:
-Hermosas doncellas de la magnífica Casia, ¿habéis de creer que el amor se atravesó, flotante y danzarín, en el camino de este cantor errante? Insistí en darle caza con la sensualidad de una serenata, de besarle los pies con la humedad de mis acordes, pero creedme, ese amor que venía amparado por la luna, me dijo: “si de verdad eres amante, volarás donde la luna se hace amiga de las cornisas” Y derramando mis pasos por el continente, he seguido la elíptica ruta de vuestra redonda amiga. Esta noche la he visto aterrizar en aquel balconcito donde la luz no se ha encendido.
No bien terminó de hablar el músico allegado, cuando apareció ingrávida y perfumada, la doncella de los pies más hermosos. No tuvo que abrirse paso entre la torva de damiselas que se agolpaba alrededor del pródigo Lisandro, pues con un poco de aliento en la boca se elevó por las murallas de la ciudad y sostenida en el aire, pronunció:
-Bien hice en confiarte tremenda prueba, rapsoda y errante amador. Has sido paciente y valeroso al seguir a la celosa luna que me custodia todas las noches. Pero, ¿serás lo suficiente digno como para vencerme en una contienda de danza y serenata? Si así lo hicieras te entrego mi amor en un cofre de eternidad. Soy Linda Belia, la doncella de los pies más hermosos, quien en una noche de ardores abandonó su tibio lecho en busca del eterno amador. Te he elegido, Lisandro, y te reto a seducir a la luna con la melodía de tu cítara prodigiosa. Hoy, el astro amante que una vez me besó los pies, ha querido entrar por la fuerza en mi habitación y solo tu música podrá arrebatarle tales ardores y amansar sus pasiones. Si es verdad que en el haz de las constelaciones existe un hombre capaz de seducir a la luna con una sonata, ese será mi caballero guardián. Yo danzaré a tu lado, al pie de las murallas y tu serenata deberá superar mis candentes pasos. Cuando la luna se halle a tu merced, arrójala de un bandazo hacia los confines del espacio, entonces amanecerá y me desposarás en las playas de la magnífica Casia.
El pródigo Lisandro, consternado por la propuesta, accedió con una venia de salón. Inició su serenata con un solo melifluo y pausado que ablandó la arena y sonrojó las murallas; el compás llegó hasta el balconcito de Linda Belia y la luna se asomó erizada. Olió la música y corrió apurada hacia las murallas, donde la esperaban el intérprete y la doncella de los pies más hermosos. Tras levantar el polvo diamantino que la noche derramaba por las calles, la luna se detuvo a la misma distancia entre la cítara del pródigo Lisandro y los pies flotantes de Linda Belia. Una cuerda tensionada de doble vertiente la sujetaba en su punto, no sabía hacia donde dirigirse. El músico apuró su solo y lo convirtió en una balada lloviznada de acordes ágiles mientras la doncella llevaba sus pies, rellenos de sangre dulce y colorada, hacia las fronteras de la noche. La competencia era reñida, a cada movimiento cambiante de la cítara, el cuerpo aéreo de la damisela ejecutaba una danza aún más impecable. La luna titubeaba, la ciudad se estremecía, las murallas rechinaban, los intérpretes sudaban. De pronto, la cítara empezó a destemplarse, a amilanarse; el pródigo Lisandro estaba como aletargado, y cuando los allí presentes se sacudieron ante el horror del sonido, se aterrorizaron más: El amador caía embebido en la magnífica danza de Linda Belia.
La luna, ante tal situación, se decidió por la doncella y se abalanzó sobre su cuerpo aéreo. Linda Belia apenas si alcanzó a esquivarla y salió despavorida hacia el interior de la ciudad; la diosa celosa corrió tras ella y a espaldas de ambas, una estela de pasión. Minutos después, el pródigo Lisandro, con la mirada oculta en las sombras de su frente y una sonrisa maliciosa que nadie se podía explicar, rasgó las cuerdas de la cítara con un rápido y último furor, como si concluyera su serenata. Un garabato sonoro, parecido a un aullido de coyote, ascendió desde las murallas y colgó su eco en el lucero más cercano. Solo se escuchaba un silbido delgado y tembloroso.
Linda Belia volvió con charcos de lágrimas en sus mejillas, con sus vestidos rasgados, tan grave y terrestre como las demás; ya no era la doncella de los pies más hermosos y no volvería a flotar. Los habitantes de Casia, aterrorizados, entendieron: Linda Belia había sido desflorada por la luna, la celosa dama que encendía las gracias pero que las desvanecía cuando las damiselas empezaban a amar. El pródigo Lisandro hirió la cítara una vez más y el eco que temblaba en el lucero se concentró en un rayo de música material y se disparó con una potencia iracunda hacia la cabeza de Linda Belia. La doncella solo dejó escapar un quejido mínimo, como de cachorro de león y cayó inerte en los brazos del amador. La gente gimió despavorida y quiso cubrirse el rostro con las manos, pero el joven Lisandro, con una mano en alto, acalló los clamores y habló:
-Habitantes de las magníficas murallas de Casia, no lloréis la vanidad de esta soberbia doncella, quien me citó en un duelo a muerte, creyendo que lo hacía por amor. Harto estuve tentado de ceder a los encantos de su danza vaporosa y mi cítara no pudo hacer nada al respecto. Pero, ¿vuestra querida damisela, en algún momento consintió en fundirse con mi música cordial? Ni siquiera la luna, tan orgullosa y empoderada, se resistía al influjo de mi cítara ingeniosa. Porque ceder al amor es estar de acuerdo con la sangre y con la vida; no sirve tramar una red de seducción ejecutando una danza si no se conoce lo que es caer en el mismo artilugio. Linda Belia nació para ser amada y no para amar; su destino era el de conocer el sabor agreste de los dioses que le concedieron sus mismas gracias, su destino era el de ser fecundada por su propia vanidad y ser aniquilada por el orgullo de un amador. Entonces larga vida a quienes celamos y matamos por amor.
Y esa fue la única noche en que el pródigo Lisandro y la luna recelosa, dos caballeros osados y definitivos, amaron al mismo tiempo y a la misma mujer. Linda Belia, dice Flavio Antenoor, subsiste en las estatuillas delicadas que cruzan por la calle sin fijarse en “nuestras cítaras andantes”; Linda Belia subsiste en las damiselas hogareñas que duermen y sueñan en las murallas de Casia, donde habitaron las mujeres con los pies más bellos del mundo.
Federico Bal.
Resultado del Taller de dramaturgia

Chicos Díscolos

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Varias veces le he dicho a Daniel que se controle cuando ve una chica, pero es imposible, siempre me hace quedar en ridículo. Yo las observo detenidamente, percibo sus aromas y me dejo maravillar por sus sonrisas, pero Daniel es más pasional y arriesgado, las desnuda con su mirada, las acaricia maliciosamente y les hace propuestas indecentes. Algunas veces aceptan y resultamos victoriosos. Pero después nos damos cuenta que en verdad hemos perdido.

Por unos pocos instantes abandonamos esta prisión de huesos, carne y saliva, entre perfumada seda de violeta incandescente, puedo palpar su piel, sentir su calor cósmico y al verlo me doy cuenta que es un chiquillo, entonces reímos a borbotones y nos dejamos arropar por la alegría.
Sin embargo no logro entender, deseamos con tanta fuerza que la chica aceptara y cuando finalmente accede a nuestros carnales deseos, sentimos una presión en el corazón, una tristeza destructora que nos impide vivir. Ahora deseamos que nunca hubiera ocurrido.
-“Esto es culpa tuya”- le digo con crudeza, pero Daniel agacha la cabeza y no dice nada. A los días se le pasara y de nuevo volverá a molestar mujeres.

Me encanta el helado de mora, mientras, me lo como, Daniel está absorto viendo por la ventana del centro comercial. Se pierde maravillado entre la oscura vegetación de las montañas, en ese valle de incertidumbre violeta. Sumergido en una inmensa tristeza me muestra algunas casitas pobres, allá en la lejanía. Ahora se fija en las personas que caminan por la calle, mira sus vestidos, los zapatos, imagina las ideas que llevan en la cabeza. Algunas veces se ríe de ellos.

Yo detesto el llanto de los niños pequeños, pero él los contempla absorto y se pierde en sus ojos inocentes- “tienen mirada de cobra”- me dice constantemente mientras acaricia sus cabellos o juega con ellos. En el fondo ambos deseamos volver a ese tipo de juegos, sin embargo yo sé que es imposible; debemos pensar en terminar la carrera, trabajar, ganar dinero, estudiar en el extranjero, formar familia etc. Pero Daniel no se despega de sus juguetes, aún juega con ellos, todavía piensa en revolcarse en el pasto, cantar y bailar en la calle, disfrutar de la brisa de las cinco mientras camina, andar descalzo, jugar con los gatos y tomar coca-cola.

Ambos somos unos chiquillos precoces y él es quien me lo ha demostrado, cuando en los días de eterna melancolía y de remembranzas del pasado hostil, el me lleva a hacer pendejadas para animarme. Poco a poco me dejo llenar del dulce placer de lo cotidiano, de lo simple y es allí cuando el sol brilla con mayor intensidad, entonces me da el arrebato de mirar las montañas y el cabello de la gente. A las pocas horas el vuelve, entonces es muy común vernos sonrientes, comiendo papitas de mayonesa y riéndonos de chistes malos.

Daniel siempre está allí aunque no lo necesite, Mientras escribo el me observa y algunas veces me ayuda con los sinónimos, a terminar ideas y a poner bien las tildes. En esos momentos de extrema privacidad me doy cuenta de que él será eterno en mi interior, ambos envejeceremos juntos y habremos perdido la batalla ante el tiempo y no volveré a escuchar sus constantes sollozos o sus risas burlonas.
Dandyel.

Un viaje sin sentido

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El sol tenía un gran fulgor, una suave y refrescante ráfaga de viento auxiliaba el calor .Jhon un joven de tez trigueña, alto y fornido, observaba su reloj, eran las 2:40; al bajar el brazo miró hacia la izquierda y vió màs o menos unas seis personas, miró luego hacia la derecha y un semáforo marcaba rojo.Estaba desorientado, no sabía en dónde se encontraba y por qué estaba en aquel lugar.

Repentinamente sintió algo muy extraño, un escalofrió le recorrió todo su cuerpo, como una fría ráfaga atravesando el crudo invierno. Se preguntó: - ¿Y este reloj donde acabo de ver la hora de dónde salió? - , trato de recordar, pero por más que intentó, no logró siquiera un indicio de la obtención de ese reloj dorado, que adornaba con sus vaivenes, su muñeca izquierda. Paralelamente sostenía algo en su mano derecha, era un extraño maletín que al igual que su contenido le eran desconocidos, no quiso indagar de inmediato en él.

De pronto las seis personas que estaban a su izquierda comenzaron a abordar el autobús; impulsivamente y por una extraña razón, al igual que ellos, lo abordo; unas estrechas escalerillas tuvo que subir hasta llegar a un hombre con volante en mano, de serio semblante y ceño muy fruncido. De inmediato alzó su mano para consultarle al conductor donde estaba: - ¿señor necesito saber…? -. El conductor enfadado le dijo: -págame el pasaje, siéntate y deja de estorbar cachaco -.Jhon instintivamente metió la mano en el bolsillo superior de su smocking saco un billete y se lo entregó.

Al sentarse en uno de los puestos del autobús, miró por la ventana cómo rápidamente el paisaje cambiaba; al parecer iban muy rápido. Vió su rostro por el reflejo de la ventanilla, y observó que tenía un chichón en su frente, le pareció muy extraño, no recordaba haberse caído o haber chocado con algo, le resto importancia a aquel golpe y vió que estaba bien peinado y con una barba cortada a su punto. Observó su smocking. Estaba vestido muy elegante, no recordaba cómo se llamaba, ni tampoco donde se encontraba; pero de algo estaba muy seguro, era una persona prestigiosa que por extrañas circunstancias no recordaba nada.

Al dar rojo el semáforo quince cuadras más allá de la partida, un humilde señor algo tosco, sucio y mal oliente, subió las escalerillas puso la mirada en el horizonte y comenzó a cantar un clásico de la nueva ola, el hombre la cantaba animosamente, tenía buen ritmo, sin embargo Jhon no recordaba el nombre del cantante que la interpretaba, ni tampoco el nombre de la canción.Terminada la canción el señor dijo el nombre: “La Tierra” de autoría de Juanes, posteriormente comenzó a cantar una canción de ritmo completamente diferente, al igual que la anterior le pareció familiar y nuevamente ese escalofrío le recorrió todo su cuerpo sin saber por què.

Luego el señor comenzó a dar un breve discurso de su paupérrima situación económica, decía ser desplazado y tener una familia conformada por cuatro hijos y una esposa que estaba a punto de dar a luz, la búsqueda de trabajo no le dió resultados, por esta razòn se vió en la obligación de buscar el modo de sacar adelante a su familia; cantando en los buses lo consiguió. Jhon observó que los pasajeros no escuchaban al señor con tanta atenciòn como lo hacía èl.

El cantante terminó su discurso. Se dispuso humildemente con su sombrero a pedir un aporte voluntario; un anciano le dió una moneda, al acercarse al puesto de una mujer muy elegante, esta ni siquiera lo miró, siguió su recorrido y llegó al puesto de Jhon, que sin dudarlo metió la mano en el bolsillo, con la esperanza de encontrar algo para darle, desgraciadamente no había nada, pero por una extraña razòn sintió que debía abrir el maletín, efectivamente lo abrió y había un sin fin de billetes. Sacó un fajo y se los dió, el señor muy alegre le dirigió un gracias y se fue.Jhon sintió mucha rabia con la gente que no le había prestado atenciòn al señor, que solo buscaba el sustento de su familia.

El recorrido continúo. Al mirar por la ventana se percato que ya estaba en el centro de la ciudad un lugar muy urbanizado y plagado de edificios. De inmediato su atenciòn se dirigió hacia la muchedumbre que iba y venía sin detenerse; observó como una señora caía al suelo y nadie se inclinaba a ayudarla, igualmente vió como un ladrón robaba la cartera a una pobre anciana “No se como puede existir personas que se ganan la vida de una manera tan despreciable”, dijo Jhon en voz alta; los pasajeros lo escucharon, pero no hicieron ningún comentario.

Volvió a mirar por la ventana y aquella muchedumbre que parecía nunca detenerse para admirar lo que los rodeaba, continuaba en el mismo lugar. Repentinamente vió un árbol en medio de todo ese mundo urbanizado “¿Por qué nadie admira lo que esta a su alrededor? , tan alto y con grandes hojas verdes que proporcionan una gran sombra, tiene flores violetas y azules, es único en su especie y difícil de encontrar en una ciudad, pero a nadie le importa, al parecer para la gente es más importante el trabajo, los problemas y la rutina, que aquel árbol tan particular”. Pensó Jhon.


Sintió que debía abandonar el viaje, en el momento de levantarse sintió un fuerte dolor de cabeza, no le dió importancia después de todo había sido un largo viaje, y puede que eso halla sido la causa. Presionó el timbre, sujetó el maletín y se dispuso a bajar las escalerillas.

Comenzó a caminar por las calles sin destino alguno, un extenuante calor azotaba la tarde pero una ráfaga de viento lo opacaba. Miró su reloj eran las 4:00, había pasado casi una hora y media; Jhon aún no podía descubrir por qué llevaba aquel maletín. Decidió continuar su vagabundeo, su reloj ya marcaba entonces las 5:00, observó que en un banco había un gran revuelo, decidió acercarse pero algo a la vez se lo impedía.

Un par de policías estaban en la entrada del banco, haciéndole preguntas un señor bajito, con la barba bien rasurada y de pelo muy bien peinado de unos cuarenta años de edad. Finalmente Jhon decidió acercase para saber que ocurría; el hombre al observarlo no le quitó la mirada de encima lo señaló y dijo a los policías “Ese es él ladrón, mírenlo tiene mi maletín”. Los policías se acercaron rápidamente a Jhon que no opuso resistencia, le quitaron el maletín, le tomaron los brazos y le pusieron las esposas, Jhon preguntaba a los policías: - ¿Por qué me arrestan?, esto es una es una equivocación; solo soy un transeúnte curioso que se acercó para saber que había ocurrido, soy inocente se los juro, como creen que una persona tan prestigiosa necesite estar robando, escúchenme soy inocente, no sé cómo ese maletín llegó a mis manos -.

Jhon no recordaba que era un ladrón, se hacia fuera de los bancos, bien vestido para no levantar sospecha y después de observar a su victima les hurtaba el dinero.

Uno de los agentes de policía, que ya lo conocía por su amplio historial delictivo soltó a reírse y le dijo “Jhon Carlos, alias JC, ¿me vas a decir que no recuerdas que a las 2:00 asaltaste al señor cuando salía del banco, le arrebataste el maletín lleno de billetes y el reloj carísimo que llevas en tú muñeca y luego corriste te chocaste contra un poste y te golpeaste la cabeza?”. Soltó otra carcajada.

Jhon no creía todo lo que había escuchado, insistía que era inocente, “hablaré con mis abogados y aclararé este malentendido” .Repitió con insistencia a los policías.

El agente lo condujo hacia la patrulla, y le iba diciendo “Guarda silencio, todo lo que digas puede ser usado en tu contra. Aunque quiero felicitarte, esa actuación fue muy buena; con que poder de convencimiento afirmas ser una persona honorable, cualquiera que no te conociera te creería, pero cómo pretendes que te creamos cuando dices que no recuerdas nada. Ya déjate de juegos”.
Por Griselda.

Taller de Dramaturgia

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Mi primer taller como directora, surgió de la idea de cambiar un poco el género al que nos estábamos acostumbrando y experimentar nuevos elementos, en un juego de escritura automática. Llevábamos varios talleres elaborando cuentos cortos y mi intención era que se pudieran construir escenas de teatro, con el objetivo de explorar mucho más sobre la puesta en escena de las historias, ya que cuando se escribe para teatro, se exige una escenificación por así llamarlo de cada replica:

TALLER:

Construcción, a manera de escritura automática, de una escena de teatro. Cada participante tendrá una situación asignada por sorteo y que determinará la construcción tanto de los personajes como de la trama que tendrá lugar en la escena.

Este ejercicio es comúnmente utilizado en los juegos de improvisación escénica, es decir, las situaciones son asignadas a los actores y estos las desarrollan en una improvisación. En esta ocasión se trata de un juego dramatúrgico donde crearemos escenas que serán el punto de partida para nuestros próximos cuentos.

Las escenas deberán ser escritas en un lapso de 30 minutos, con ciertas intervenciones en las que el director va a jugar con las historias, imponiendo acciones, parlamentos e incluso, incluyendo nuevos personajes, si este lo desea.

Situación 1:

3 personajes: A y B se conocen. Están en un lugar cerrado

(Cualquiera)

B y C también se conocen. Tuvieron un pasado

juntos.

A necesita algo de C, para conseguirlo necesita que B y C vuelvan a

unirse.

Situación 2:

4 personajes: A B C D.

AB tienen una relación. CD tienen una relación.
(De cualquier tipo)


A y C tuvieron una relación amorosa
B y D se odian. Los cuatro personajes están en el bosque.
Jeanne.

Ejercicio de Ejemplo:
Antonio: (viendo por la ventana del tren) ¡maldita sea!
Benito: (esta recostado en un asiento del tren. Se incorpora lentamente) Nunca debimos haber ido, yo lo sabía. Desde que vinimos sabía que iba a pasar.
Antonio: (tomando el cuerpo de una de las dos jóvenes que los acompaña) ahora no nos sirven para nada, Te dije Benito que no compraras de esas pepas chimbas.
Benito: (volviendo la mirada hacia la otra chica) Eran las más baratas, me dijeron que eran efectivas.
Antonio: (sacando la cabeza por la ventana del vagón) Esos hijuemadres tombos ya vienen para acá. (A Benito) ¡Ahora decí como vamos a conseguir el billete si ni siquiera vamos a saber donde esta prostituta tenía la caleta!
Benito: (con la mirada perdida en el cuello de una de las jóvenes. Toma un collar que lleva esta) Yo no me voy con las manos vacías, olvidáte. ¡Yo me voy ya! Suerte hermanito.
Antonio: (tomándolo fuertemente de la mano) Me dejás aquí y te mando junto a ellas (saca un pequeño cuchillo) ¡te lo advertí! Vos estabas desde el principio en esto y vamos a terminar como sea.
Benito: ¡calmáte hombre! Deja eso. Conseguite un pedazo de trapo y limpiáles la geta a las hembras ¡pero movéle hombre! A ver si nos podemos ir de aquí.
Antonio: (sumergido en la desesperación) ¡Yo necesito mi plata ya! (hunde varias veces su puñal en el asiento del tren) esta perra no puede dejar la plata que se le robó al cucho por ahí tirada. ¿Cómo vamos a saber ahora dónde está esa maldita llave? (le apunta con el puñal a una de las chicas en un ojo) ¡donde tenés mi plata! (la sacude violentamente) ¡pasáme las llaves del rancho cerda! Yo se que vos sabés donde están.
Benito: Cogéla suave, cogéla suave (toma a una chica y la carga en su hombro) caminá pues, cogé a la otra y larguémonos, de alguna manera salimos de aquí.
Antonio: Olvidáte, esas malparidas no sirven para nada.
(Una de las chicas se levanta y agonizante trata de hablar)
Chica: ni por el putas, lo que me hicieron jamás podré olvidarlo.
Lobo Solitario.

Solo vine a hablar por teléfono. Un cuento más para el taller.

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Taller basado en “Solo vine a hablar por teléfono” de Gabriel García Márquez

La vez pasada se jugó al azar el primer director del taller. Yo crucé los dedos para que no me tocara, pero como la suerte siempre es al revés ya supondrán de quien fue la fortuna.

Llegué temprano. Mis compañeros no habían llegado aún; revisé lo que iba a decir y lo que mis compañeros tendrían a la mano.
Fueron arribando en fila y a las diez en punto empecé.

Todos pusieron sus ojos sobre mí, mientras leía el cuento de Gabo "Solo vine a hablar por teléfono".Cuando terminé, pregunté a mi auditorio qué era lo que más les había interesado del texto y de allí surgieron varias opiniones, gustos, afinidades y ese fue el momento perfecto para echarme el discurso. Propuse la matriz narrativa que me pareció más acertada, los temas más sobresalientes y de alguna manera la intención o lo que el narrador pretendía con su relato. Terminé. Mis compañeros se soltaron a hablar, algunos me interpelaron, otros estuvieron de mi lado y los ausentes se quedaron callados. Luego de la discusión propuse la forma de realizar un texto a partir del de Gabo; Copiar la matriz narrativa, la temática o algún personaje.

El taller fue genial, lastima que ustedes (lectores) no fueron; pero si quieren saber lo que salió, vayan a los cuentos…

PD: No fue tan duro dirigir el taller. Si quieren ver los resultados del teller los invito a la sección de cuentos.

Griselda.

Incitación

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Este es el rincón del Anaquel donde las palabras amanecen de costado, donde se quema la cintura del ensueño, donde las polillas no llegan porque las muerde el silencio y se envejecen de amor. Esta es la orilla más empolvada, la más oscura y elemental; un salón en obra negra donde me hospedo y veo los rostros de mis amigos de La cueva a lo lejos… Hoy pasaré la noche en esta bodega de piedras mojadas y lámparas enterradas; después vendrán todos con su botella de tinta y rociarán los muros; el oficio será entonces fundar estrofas y sentidos, dibujar planetas con las pilas de aserrín, vestir de gala cada sílaba y al mismo tiempo rasgar sus túnicas de perfumes. Aquí habrá un poema junto a un martillo, mangueras de agua sonora, alicates de tibias fauces y clavos en que penden, una a una, las vértebras de nuestros delirios.

No hay que abrirle un espacio a la poesía; simplemente hay que dejarla pasar como el ala gruesa de un ventarrón o como el niño que pulveriza los caminos detrás de un gato; hay que dejarla pasar como el insulto que no nos pertenece, como el mes de diciembre, como el oficinista que atraviesa la acera en apuros o la muerte que nos miró por equivocación. No hay poesía que nos pida permiso, así que seremos indulgentes en cada asalto místico; después puliremos las ideas más blandas, las estrofas pasarán por un aserradero donde la intuición y la palabra se limaran entre sí y al final tendremos el poema, esa cantera rítmica donde todo miedo, ansia o burla respiran y al mismo tiempo sonríen frente a los barrancos que disfrazan la existencia.

Entonces bien pueda y sígase, quien traiga un verso anotado en la palma de la mano o una cancioncita en la barriga rota de la guitarra. Venga y raye el planchón de nuestro Anaquel, donde se tienden las avispas y ruge el fulgor de las manchas. Habrá pan y café, un villancico entre las ubres de la mañana, una daga de luceros, la cobija de nuestros espejos. Tómelos, son todos suyos. Pero tenga cuidado con el perro negro que custodia nuestra bodega; posiblemente lo muerda y usted se irá de aquí con la espuma de un poema entre su piel, con los colmillos de una bestia que embiste desde el silencio e infesta la sangre con el chorro caluroso de la poesía.

Federico Bal.

Para una lectura del retorno en el caso Benedetti

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Unas veces me siento como un acantilado
Y en otras como un cielo azul pero lejano
Mario Benedetti, Estados de ánimo
Mario Benedetti es el ruiseñor del asfalto.
La primera vez que lo leí (o más bien lo oí) fue en un Montebello que glisaba por la carretera Panorama. El amor, las mujeres y la vida, se llamaba la compilación que el poeta rescató de sus inventarios para reñir con Schopenhauer y que me bebí como una larga bocanada de agua fresca. En ese entonces (a mis quince, cuando yacía tendido en el velo morado de la luna) era poesía para regalar. Era un libro de moños que se le ofrecía a la novia, a una mujer desnuda, a la viuda exiliada, a una secretaria, a una anciana abordada por los fantasmas de un tren. Ahora lo entiendo igual, con la diferencia de cinco años de juicio que me convirtieron en la novia, la mujer desnuda, la viuda, la secre, la anciana. La poesía se te devuelve. Es más recíproca que la ley judicial o que la justicia divina. Con Benedetti, que es un poeta de sílabas, de cenizas al desayuno y ventanas en asecho; comprendí el efecto individual y universal que ejerce la poesía en el destino del hombre, cuando con sus manos alargadas hurga en nuestra condición de seres íntimos y pronuncia aquello que hemos esperado nos sea dicho. Nos gusta regalarla, dedicarla en canciones, hacerla fluir en la carne y en el aire, aprendérnosla para tener problemas o para seducir en un salón de celebración. Pero se devuelve. Es el pecado ideal que después se nos cobra y nos deja más desahuciados, entre la lucidez y la melancolía. La poesía de Benedetti, no es que te haga feliz, más bien te habla de tus esperanzas inmediatas, te enseña la frontera en que se mueven alrededor de la vida y como por arte de magnetismo, el amor, la amistad, la partida, el retorno, la muerte, la historia. Y todo esto para que cuando vuelvas al poema y estés del otro lado, puedas habitar el mundo poéticamente: como aquellos hombres que abarcan todos los elementos y los estados sin pedir para sí mismos el milagro de la salvación, sencillamente porque les basta con estar del lado de la vida.

"No escribo para el lector que vendrá, sino para el que está aquí, poco menos que leyendo el texto sobre mi hombro". Quizás en esta frase del mismo poeta encontremos una cifra que nos permita calcular cuánto se ha acercado su poesía a nuestra forma de pesar la cotidianidad. En mi caso, el ruiseñor del asfalto ha ganado la frontera al filósofo teutónico que puso al amor y a las mujeres a un paso de la muerte. Yo doy el paso y me quedo con la vida.

12 de mayo de 2009

Sir Castell

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Para mí La Cueva y el Tintero.


La cueva y el tintero. Uno es un espacio, el otro es un objeto. Qué más quieren que explique... Bueno está bien, resulta que había un cavernícola que se encontró una cajita para tinturarse el pelo, ya saben, algo así como el comercial de AXE, en esas que llega un amigo y pues al verlo le muestra el artículo y le dice: "UNGA UNGARTAE ERTAST"... que traducido al español valluno sería como: "Ve vos te imaginas lo que dirán las niñas cuando me ponga esto que me acabo de encontrar en el cabello, seguro que me las echo encima a toas como en el comercial". El amigo medio nerdo le dice: "No EAS IRobo"... "cómo se te ocurre, utilizá eso pa´escribir un cuento." Discutieron. Uno agarró una roca, el otro también. Se citaron a muerte. Hubo un muerto. No sé quién de los dos sobrevivió, lo cierto es que esta historia se encuentra escrita en la cueva donde se luchó por tinta.

PD: si no le gusta la explicación conformese con saber que una cueva es una cueva y un tientero es un tintero.


Para mí El Anaquel

El Anaquel es una revista literaria de corte muy juvenil, es nuestro propio espacio para públicar lo que escribimos y jugar así a que somos los mejores escritores. En este lugar, quizas perdido en la web, encontrarán lo que nuestras humildes mentes producen. No nos ganaremos un Nobel, será suficiente con que un navegante naufrague en este mundo perdido de las letras.

Si me preguntan a mí que es El Anaquel, les diré que es el lugar soñado por nosotros y quiza, algún día, lo sea de ustedes.

Lobo Solitario

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Para mí La Cueva y el Tintero.

En la estrechez de un cubierto y oscuro camino, donde la soledad infinita es la antorcha, nos encontramos en el jugo de las tinieblas que si lo pensamos bien, puede llegar a ser placentero. A tres pasos, se palpa con el pie un pequeño y añejo tintero. Su tinta es inagotable si se lo desea, depende del pensamiento y de los mundos que pueden nacer en la mitad de la nada, en el claro silencio de la mente. La pluma o el dedo embadurnado le da la vida a las criaturas del consiente y el inconsciente. La luz no se necesita, si esta es brindada por la oculta imaginación. Se es libre por un rato. Libres las letras y los mundos que nacen en ese oscuro hoyo. Libres nosotros.

Fedrico Bal

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Para mí La Cueva y el Tintero.

Como una rosa de los vientos, La cueva y el tintero se aparece en los puntos cardinales de mi página. Al norte está la cruz desafiante de Jeanne, quien con su clima de vientos críticos y velas aplastadas, acomete cada línea; también hay alguien detrás de sus arremetidas cerebrales, alguien como un cocodrilo de historias que llena las mesas de frescas sonrisas y añade más dientes y rigurosidad a las críticas. Griselda y Pincela se apoyan en el occidente horizontal y tejen un nido de golondrinas que dispersan el polvo de mis palabras hasta que salen a la vista los fierros oxidados del texto. Cenizo enciende el sol oriental y alienta mis fuerzas consteladas con el dragón naciente que me regala en sus concejos. De pronto, en las bodegas que se siembran en el sur de la página, alguien juega con un yoyo y silba un amorío solitario: lobo sigiloso y doloroso que destruyes la tranquilidad del pianista que hay en mí; lobo que no muerdes con la histeria de las palabras pero que auxilias mi compás con tus melodías calladas.

El anaquel es aquella pensión donde se refugian los escritores y se arrinconan las frustraciones de no saber tocar guitarra. Es un lucero de resignación colgado en la literatura, después de tanto pelear entre nosotros.

Mario Benedetti - El Poeta de Mayo

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Mario Benedetti - Hagamos un trato.

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Mario Bednedetti - Todavía

 

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