Mi primer taller como directora, surgió de la idea de cambiar un poco el género al que nos estábamos acostumbrando y experimentar nuevos elementos, en un juego de escritura automática. Llevábamos varios talleres elaborando cuentos cortos y mi intención era que se pudieran construir escenas de teatro, con el objetivo de explorar mucho más sobre la puesta en escena de las historias, ya que cuando se escribe para teatro, se exige una escenificación por así llamarlo de cada replica:
TALLER:
TALLER:
Construcción, a manera de escritura automática, de una escena de teatro. Cada participante tendrá una situación asignada por sorteo y que determinará la construcción tanto de los personajes como de la trama que tendrá lugar en la escena.
Este ejercicio es comúnmente utilizado en los juegos de improvisación escénica, es decir, las situaciones son asignadas a los actores y estos las desarrollan en una improvisación. En esta ocasión se trata de un juego dramatúrgico donde crearemos escenas que serán el punto de partida para nuestros próximos cuentos.
Las escenas deberán ser escritas en un lapso de 30 minutos, con ciertas intervenciones en las que el director va a jugar con las historias, imponiendo acciones, parlamentos e incluso, incluyendo nuevos personajes, si este lo desea.
Situación 1:
3 personajes: A y B se conocen. Están en un lugar cerrado
(Cualquiera)
B y C también se conocen. Tuvieron un pasado
juntos.
A necesita algo de C, para conseguirlo necesita que B y C vuelvan a
unirse.
Situación 2:
4 personajes: A B C D.
AB tienen una relación. CD tienen una relación.
(De cualquier tipo)
A y C tuvieron una relación amorosa
B y D se odian. Los cuatro personajes están en el bosque.
Jeanne.
Ejercicio de Ejemplo:
Antonio: (viendo por la ventana del tren) ¡maldita sea!
Benito: (esta recostado en un asiento del tren. Se incorpora lentamente) Nunca debimos haber ido, yo lo sabía. Desde que vinimos sabía que iba a pasar.
Antonio: (tomando el cuerpo de una de las dos jóvenes que los acompaña) ahora no nos sirven para nada, Te dije Benito que no compraras de esas pepas chimbas.
Benito: (volviendo la mirada hacia la otra chica) Eran las más baratas, me dijeron que eran efectivas.
Antonio: (sacando la cabeza por la ventana del vagón) Esos hijuemadres tombos ya vienen para acá. (A Benito) ¡Ahora decí como vamos a conseguir el billete si ni siquiera vamos a saber donde esta prostituta tenía la caleta!
Benito: (con la mirada perdida en el cuello de una de las jóvenes. Toma un collar que lleva esta) Yo no me voy con las manos vacías, olvidáte. ¡Yo me voy ya! Suerte hermanito.
Antonio: (tomándolo fuertemente de la mano) Me dejás aquí y te mando junto a ellas (saca un pequeño cuchillo) ¡te lo advertí! Vos estabas desde el principio en esto y vamos a terminar como sea.
Benito: ¡calmáte hombre! Deja eso. Conseguite un pedazo de trapo y limpiáles la geta a las hembras ¡pero movéle hombre! A ver si nos podemos ir de aquí.
Antonio: (sumergido en la desesperación) ¡Yo necesito mi plata ya! (hunde varias veces su puñal en el asiento del tren) esta perra no puede dejar la plata que se le robó al cucho por ahí tirada. ¿Cómo vamos a saber ahora dónde está esa maldita llave? (le apunta con el puñal a una de las chicas en un ojo) ¡donde tenés mi plata! (la sacude violentamente) ¡pasáme las llaves del rancho cerda! Yo se que vos sabés donde están.
Benito: Cogéla suave, cogéla suave (toma a una chica y la carga en su hombro) caminá pues, cogé a la otra y larguémonos, de alguna manera salimos de aquí.
Antonio: Olvidáte, esas malparidas no sirven para nada.
(Una de las chicas se levanta y agonizante trata de hablar)
Chica: ni por el putas, lo que me hicieron jamás podré olvidarlo.
Benito: (esta recostado en un asiento del tren. Se incorpora lentamente) Nunca debimos haber ido, yo lo sabía. Desde que vinimos sabía que iba a pasar.
Antonio: (tomando el cuerpo de una de las dos jóvenes que los acompaña) ahora no nos sirven para nada, Te dije Benito que no compraras de esas pepas chimbas.
Benito: (volviendo la mirada hacia la otra chica) Eran las más baratas, me dijeron que eran efectivas.
Antonio: (sacando la cabeza por la ventana del vagón) Esos hijuemadres tombos ya vienen para acá. (A Benito) ¡Ahora decí como vamos a conseguir el billete si ni siquiera vamos a saber donde esta prostituta tenía la caleta!
Benito: (con la mirada perdida en el cuello de una de las jóvenes. Toma un collar que lleva esta) Yo no me voy con las manos vacías, olvidáte. ¡Yo me voy ya! Suerte hermanito.
Antonio: (tomándolo fuertemente de la mano) Me dejás aquí y te mando junto a ellas (saca un pequeño cuchillo) ¡te lo advertí! Vos estabas desde el principio en esto y vamos a terminar como sea.
Benito: ¡calmáte hombre! Deja eso. Conseguite un pedazo de trapo y limpiáles la geta a las hembras ¡pero movéle hombre! A ver si nos podemos ir de aquí.
Antonio: (sumergido en la desesperación) ¡Yo necesito mi plata ya! (hunde varias veces su puñal en el asiento del tren) esta perra no puede dejar la plata que se le robó al cucho por ahí tirada. ¿Cómo vamos a saber ahora dónde está esa maldita llave? (le apunta con el puñal a una de las chicas en un ojo) ¡donde tenés mi plata! (la sacude violentamente) ¡pasáme las llaves del rancho cerda! Yo se que vos sabés donde están.
Benito: Cogéla suave, cogéla suave (toma a una chica y la carga en su hombro) caminá pues, cogé a la otra y larguémonos, de alguna manera salimos de aquí.
Antonio: Olvidáte, esas malparidas no sirven para nada.
(Una de las chicas se levanta y agonizante trata de hablar)
Chica: ni por el putas, lo que me hicieron jamás podré olvidarlo.
Lobo Solitario.
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