Para mí La cueva y el tintero.
Más que un grupo es un espacio, una idea, un sentimiento, una sensación y un sueño. Esta es la cueva que nos inventamos hace unos meses, la construimos con lo que teníamos en los bolsillos y la llenamos de la tinta de nuestros lapiceros viejos del colegio, esos que mordimos todo nuestro bachillerato en la punta y que muchas veces temimos nos dejaran manchados los labios por algún mordisco mal dado… Adornamos una cueva que se convirtió en el amparo de nuestras ideas, en el marco de nuestras historias y sobre todo en la clínica de algunas frases fracturadas e inválidas que resultaron de nuestro trabajo. Asesinamos tantas palabras al inicio como nos fue posible, murieron unas, reinaron otras y así se fueron relevando la corona sucesivamente y cada vez con más ritmo.
En la cueva, adornada con hojitas de colores, con bomboncitos de los retardados, hojas escritas, lapiceros, lápices, borradores; una cueva que se llena de tinta los lunes y viernes, estamos nosotros, cuatro hombres y tres mujeres que disfrutamos de un mismo lugar de creación, de una cueva que es taller abierto para todo aquel que quiera jugar con las palabras, que quiera soñar, imaginar y aprender.
Para mí El anaquel.
Hace años quería encontrar un lugar donde organizar los libros que más me gustaban. Primero puse un par de tablas en la pared y allí construí una pequeña biblioteca, después al descubrir que las tablas no eran lo suficientemente resistentes para mis libros preferidos, conseguí unas cajas de cartón que pinté de diferentes colores, las puse de lado encima de unos cachivaches de mi abuela y allí se armó otro estante más llamativo para mis libros más queridos. Al tiempo, descubrí que las cajas eran muy pequeñas para todos los libros y como cada vez tenía más preferidos era imposible organizarlos todos en unas pequeñas cajitas de cartón. No encontré soluciones, así que se quedaron por mucho tiempo encima de un escritorio en mi habitación.
Y ahora, sin buscarlo, sin afanarme, sin complicarme, estoy levantando un anaquel mejor que cualquiera de los que me he inventado, un anaquel para ordenar mis escritos, los que más me gustan, los que más quiero; ahora y con la ayuda de mis compañeros estoy construyendo por fin un anaquel duradero, resistente y que va a contener no solo lo que han escrito mis manos, sino todo lo que ha surgido en equipo.
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