15 de mayo de 2009

Chicos Díscolos


Varias veces le he dicho a Daniel que se controle cuando ve una chica, pero es imposible, siempre me hace quedar en ridículo. Yo las observo detenidamente, percibo sus aromas y me dejo maravillar por sus sonrisas, pero Daniel es más pasional y arriesgado, las desnuda con su mirada, las acaricia maliciosamente y les hace propuestas indecentes. Algunas veces aceptan y resultamos victoriosos. Pero después nos damos cuenta que en verdad hemos perdido.

Por unos pocos instantes abandonamos esta prisión de huesos, carne y saliva, entre perfumada seda de violeta incandescente, puedo palpar su piel, sentir su calor cósmico y al verlo me doy cuenta que es un chiquillo, entonces reímos a borbotones y nos dejamos arropar por la alegría.
Sin embargo no logro entender, deseamos con tanta fuerza que la chica aceptara y cuando finalmente accede a nuestros carnales deseos, sentimos una presión en el corazón, una tristeza destructora que nos impide vivir. Ahora deseamos que nunca hubiera ocurrido.
-“Esto es culpa tuya”- le digo con crudeza, pero Daniel agacha la cabeza y no dice nada. A los días se le pasara y de nuevo volverá a molestar mujeres.

Me encanta el helado de mora, mientras, me lo como, Daniel está absorto viendo por la ventana del centro comercial. Se pierde maravillado entre la oscura vegetación de las montañas, en ese valle de incertidumbre violeta. Sumergido en una inmensa tristeza me muestra algunas casitas pobres, allá en la lejanía. Ahora se fija en las personas que caminan por la calle, mira sus vestidos, los zapatos, imagina las ideas que llevan en la cabeza. Algunas veces se ríe de ellos.

Yo detesto el llanto de los niños pequeños, pero él los contempla absorto y se pierde en sus ojos inocentes- “tienen mirada de cobra”- me dice constantemente mientras acaricia sus cabellos o juega con ellos. En el fondo ambos deseamos volver a ese tipo de juegos, sin embargo yo sé que es imposible; debemos pensar en terminar la carrera, trabajar, ganar dinero, estudiar en el extranjero, formar familia etc. Pero Daniel no se despega de sus juguetes, aún juega con ellos, todavía piensa en revolcarse en el pasto, cantar y bailar en la calle, disfrutar de la brisa de las cinco mientras camina, andar descalzo, jugar con los gatos y tomar coca-cola.

Ambos somos unos chiquillos precoces y él es quien me lo ha demostrado, cuando en los días de eterna melancolía y de remembranzas del pasado hostil, el me lleva a hacer pendejadas para animarme. Poco a poco me dejo llenar del dulce placer de lo cotidiano, de lo simple y es allí cuando el sol brilla con mayor intensidad, entonces me da el arrebato de mirar las montañas y el cabello de la gente. A las pocas horas el vuelve, entonces es muy común vernos sonrientes, comiendo papitas de mayonesa y riéndonos de chistes malos.

Daniel siempre está allí aunque no lo necesite, Mientras escribo el me observa y algunas veces me ayuda con los sinónimos, a terminar ideas y a poner bien las tildes. En esos momentos de extrema privacidad me doy cuenta de que él será eterno en mi interior, ambos envejeceremos juntos y habremos perdido la batalla ante el tiempo y no volveré a escuchar sus constantes sollozos o sus risas burlonas.
Dandyel.

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